Cecilia Hopkins es una maestra. No solo es crítica, investigadora teatral, entrenadora, pedagoga y por supuesto una notable actriz. Es una maravilla para admirar en escena.
El punto más álgido en este espectáculo sin dudas es lo actoral. Cecilia, haciéndose cargo del cuerpo y la voz de Margarita Xirgu nos deleita durante el transcurso del espectáculo con sus manos, mirada y todo el cuerpo entero en una clase magistral de utilización de los principios de la Antropología Teatral y técnicas de teatro oriental.
La partitura de acciones y movimientos se construye con mudras (provenientes del kathakali hindú y la danza Orissi), alteraciones de equilibrio imponentes y realizadas con una tranquilidad y destreza magistrales. La utilización de los ojos de manera cuasi estrábica en tradiciones orientales como en el Teatro Kabuki suman a este conjunto de herramientas para construir una dilatación del cuerpo que atrapa todos los sentidos y no los suelta.
Y en cuanto a la voz, se sostiene muy bien trabajando con acento español que, luego de la función, he percibido que algunos espectadores creían que se trataba de una actriz española.
Pero no debo olvidar una de las cuestiones que más embelezaba el aire de la función: su voz cantada. Entona canciones a lo largo de toda la obra con una dulzura y vibratos dignos de una voz claramente entrenada hace mucho tiempo.
Siguiendo con los demás elementos de la obra, puedo decir que el espacio es despojado, libre, con unos pocos elementos. Hay un uso interesante en cuanto a la resignificación de una gran tela cruda que la actriz toma y transforma en otras diversas formas bastante atractivas.
Sin embargo el material del que están construidas las cartas que se manipulan no condicen con la poética general. Incluso en el mismo baúl hay recortes de diarios amarillentos que si lo están de acuerdo a la paleta de colores. Sin embargo las cartas están escritas en algo similar a papel vegetal (o al menos así se ven, quizás pueda tratarse de papel de arroz).
La bifrontalidad que ofrece el CELCIT tiene sus inconvenientes, pero cuando se dispone bien del espacio y se tienen buenos actores que posean consciencia espacial, se resuelve como en este caso.
El diseño lumínico es pobre. Quizás conceptualmente acompañando al espacio vacío, pero la utilización de luces led entonadas en ese amarillo horrendo que ofrecen los LEDs es para reveer. Y están encendidas casi todo el espectáculo. El ambiente que se crea en la escena es místico, dulce, añejo y esas luces LED no contribuyen en nada, es más, le quitan mucho.
La banda sonora es escueta, apenas ilustrativa de algunos momentos a modo de flashes para realizar cambios de ritmo en el avance dramático.
El vestuario es acorde, los cambios de vestuario son interesantes y alguno hasta sorpresivo para bien.
El texto tiene complicaciones. Es un relato con poco dramatismo en el sentido estricto teatral de progresión atrapante. Tiene forma de un relato memorioso de vivencias del personaje hacia el público sin un hilo conductor del que estemos espectante, más que por los datos biográficos y recuerdos jocosos que se comparten.
En cuanto a maquillaje y peinado no hay nada para observar, es lo mínimo y prácticamente no hay intervención en estos signos.
Un espectáculo para observar a una gran actriz desplegando su potencialidad con una técnica admirable, pero que la oculta con un fluir delicado y especial que se despliega sola y sin ayuda.
Ficha técnico artística
Autoría: Etelvino Vázquez
Intérpretes: Cecilia Hopkins
Dirección: Etelvino Vázquez
Web de la obra: http://www.alternativateatral.com/obra49316-la-memoria-de-federico
El punto más álgido en este espectáculo sin dudas es lo actoral. Cecilia, haciéndose cargo del cuerpo y la voz de Margarita Xirgu nos deleita durante el transcurso del espectáculo con sus manos, mirada y todo el cuerpo entero en una clase magistral de utilización de los principios de la Antropología Teatral y técnicas de teatro oriental.
La partitura de acciones y movimientos se construye con mudras (provenientes del kathakali hindú y la danza Orissi), alteraciones de equilibrio imponentes y realizadas con una tranquilidad y destreza magistrales. La utilización de los ojos de manera cuasi estrábica en tradiciones orientales como en el Teatro Kabuki suman a este conjunto de herramientas para construir una dilatación del cuerpo que atrapa todos los sentidos y no los suelta.
Y en cuanto a la voz, se sostiene muy bien trabajando con acento español que, luego de la función, he percibido que algunos espectadores creían que se trataba de una actriz española.
Pero no debo olvidar una de las cuestiones que más embelezaba el aire de la función: su voz cantada. Entona canciones a lo largo de toda la obra con una dulzura y vibratos dignos de una voz claramente entrenada hace mucho tiempo.
Siguiendo con los demás elementos de la obra, puedo decir que el espacio es despojado, libre, con unos pocos elementos. Hay un uso interesante en cuanto a la resignificación de una gran tela cruda que la actriz toma y transforma en otras diversas formas bastante atractivas.
Sin embargo el material del que están construidas las cartas que se manipulan no condicen con la poética general. Incluso en el mismo baúl hay recortes de diarios amarillentos que si lo están de acuerdo a la paleta de colores. Sin embargo las cartas están escritas en algo similar a papel vegetal (o al menos así se ven, quizás pueda tratarse de papel de arroz).
La bifrontalidad que ofrece el CELCIT tiene sus inconvenientes, pero cuando se dispone bien del espacio y se tienen buenos actores que posean consciencia espacial, se resuelve como en este caso.
El diseño lumínico es pobre. Quizás conceptualmente acompañando al espacio vacío, pero la utilización de luces led entonadas en ese amarillo horrendo que ofrecen los LEDs es para reveer. Y están encendidas casi todo el espectáculo. El ambiente que se crea en la escena es místico, dulce, añejo y esas luces LED no contribuyen en nada, es más, le quitan mucho.
La banda sonora es escueta, apenas ilustrativa de algunos momentos a modo de flashes para realizar cambios de ritmo en el avance dramático.
El vestuario es acorde, los cambios de vestuario son interesantes y alguno hasta sorpresivo para bien.
El texto tiene complicaciones. Es un relato con poco dramatismo en el sentido estricto teatral de progresión atrapante. Tiene forma de un relato memorioso de vivencias del personaje hacia el público sin un hilo conductor del que estemos espectante, más que por los datos biográficos y recuerdos jocosos que se comparten.
En cuanto a maquillaje y peinado no hay nada para observar, es lo mínimo y prácticamente no hay intervención en estos signos.
Un espectáculo para observar a una gran actriz desplegando su potencialidad con una técnica admirable, pero que la oculta con un fluir delicado y especial que se despliega sola y sin ayuda.
Ficha técnico artística
Autoría: Etelvino Vázquez
Intérpretes: Cecilia Hopkins
Dirección: Etelvino Vázquez
Web de la obra: http://www.alternativateatral.com/obra49316-la-memoria-de-federico
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